El 16 de septiembre se estrenó en Netflix una de las cintas más esperadas del mes: El Diablo a Todas Horas, el primer largometraje dirigido por Antonio Campos, a quien algunos podrán reconocer por ser el creador de la serie The Sinner de la misma plataforma. En esta ocasión, Campos adapta la novela homónima del autor Donald Ray Pollock, un thriller psicológico, que tiene elementos del «gótico suereño». En este ambiente grotesco y misteriosos se relata la historia de varios personajes en un pueblo llamado Knockemstiff, en Ohio.

La historia comienza en 1945, donde conocemos al marín Willard, interpretado por Bill Skarsgard (IT) quien ha llegado recientemente de la Segunda Guerra Mundial, de un conflicto con la armada japonesa en donde encuentra una imagen cruel y simbólica que lo acompañará hasta el final de sus días. Willard llega a Knockemstiff, donde conoce a una mesera, Charlotte (Haley Bennett). Juntos tienen a Arvin (Tom Holland), un niño que crecerá bajo el fanatismo religioso de su padre y que, por diversas situaciones, se alejará de la religión conforme vaya creciendo.

En 1950, nos encontramos Helen (Mia Wasikowska, Crimson Peak), una mujer que fue presentada como un buen partido para Willard antes de conocer a Charlotte, sin embargo, Helen termina casándose con el reverendo de aquél entonces, Roy (Harry Melling, Harry Potter), un hombre que posee una fé inmesa, pues concibe a Dios como el ser omnisciente que los alejará del miedo, por lo tanto, espera con euforia la resurrección del Señor, Helen y Roy tienen una hija llamada Lenora. (Eliza Scanlen, Little Women).

Ya en 1965, Arvin y Leonora viven con sus abuelos en Coal River, un pueblo cercano a Knoceckmstiff, donde Leonora es constantemente abusada por sus compañeros, tachándola de incestuosa con Arvin (pues ambos se reconocen como hermanos) y de su gran devoción hacia la religión. Arvin defiende a Leonera de los agresores con base en las creencias que su padre le inculcó sin pensar en que sus acciones pueden traer consecuencias fatales, por lo tanto, la trama esta constantemente desarrollandose.

Al mismo tiempo, en la iglesia del pueblo se presenta un nuevo reverendo, Preston Teagardin (Robert Pattinson, The Lighthouse), un hombre que habla sobre los posibles delirios de la gente, cuando el mismo los padece, pues es un sujeto desagradable que tiene un gusto depravado por las niñas; abusa de ellas a partir de discursos engañosos en nombre de la palabra de Dios.

Para finalizar, contamos con otro par de líneas argumentales que no conectan del todo con los pueblos sino hasta el final, la historia de Carl (Jason Clarke, First Man) y Sandy (Riley Keough, Logan Lucky, Mad Max: Fury Road), un asesino serial y depravado sexual que prostituye a su esposa en los actos criminales; y finalmente, la historia del sheriff Bodecker (Sebastian Stan), un oficial corrupto y hermano de Sandy.

Uno de los mayores problemas de esta película es la narración omnisciente que pretende darle a la cinta un toque novelesco, esta voz es interpretada por el mismo autor del libro, quien busca generar cierta cercanía con los lectores e incluso darle personalidad al pueblo donde se desata la maldad, sin embargo, este recurso, hasta cierto grado, entorpece la sucesión de hechos, ya que no deja nada a la imaginación del espectador, por el contrario se da el permiso de sobrexplicar lo que está pasando, e incluso lo que se verá después, dice lo que está por venir, e impide sorprender o impactar, tampoco es posible sentir la tensión necesaria por medio de los símbolos, las imágenes e incluso las buenas actuaciones de los protagonistas porque todo está dicho de manera explicita, el ejemplo más claro es ( SPOILERS): Cuando una de las protagonistas está a punto de quitarse la vida colgándose de una soga. En esta escena se contempla como la personaje decide no hacerlo después de unos segundos de reflexión, pero al intentar quitarse la cuerda, tumba con sus pies la cubeta en la que se mantenía, y termina ahorcándose por accidente. Es una escena tensa, sin embargo, la voz en off del narrador encima de la escena de la niña arrepentida nos cuenta justo lo que se ve en pantalla, es decir, no es necesario explicar algo que apreciamos e inferimos por medio de los diferentes recursos visuales, pues esto solo provoca que se anule la tensión construida. El más grave error de esta película es tratar el cine como una obra literaria.

En el caso de los temas se puede identificar principalmente: el desenfreno o la perversión sexual, el homicidio, y el abuso en contraposición del fanatismo religioso y las normas morales de la época. Estas dos dualidades conviven de forma simbiótica, es decir, una se alimenta de la otra y visceversa, por ende, estos temas desencadenan la búsqueda y provocación de la muerte, pues la mayoría de los tópicos representados en este filme son llevados al extremo e irónicamente encarnados por personajes que predican valores como la fe o el temor a Dios, esto con el objetivo de resaltar la maldad humana que cabe en cada individuo y que habita en ambientes decadentes azotados por la guerra y la ignorancia, no solo en el sistema social , sino también en la moralidad individual de cada uno de ellos. El ejemplo más claro es el personaje principal quien constantemente está rodeado de la desgracia, y a pesar de que hay una intensión del personaje por fomentar la justicia, y vivir dentro de las normas «correctas» el ambiente en el que vive lo incita a actuar desde la agresividad y el mal con el que fue inculcado desde niño, asimismo, la violencia y lo grotesco aluden a características del gótico sureño que permiten a los espectadores reconocer comportamientos inestables y deformados que son recreados por la religión y por el resto de las instituciones patriarcales.

Uno de los grandes aciertos de la cinta es la forma de presentar a cada uno de los personajes , pues todos, de alguna forma, están conectados entre sí , y las acciones de cada uno de ellos son cruciales en los subsiguientes actos trágicos, como una especie de cadena o un efecto domino. Además es interesante apreciar como los actantes parecen estar determinado por el espacio que habitan.

Finalmente El Diablo a Todas Horas logra transmitir el conflicto de los excesos y la ignorancia, no solo como parte el género del gótico sureño, sino también que da ciertos indicios a un naturalismo grotesco y cruel propio del siglo XIX.

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