Glass (2019) – Redescubriendo la existencia.

La tercer y última película de la trilogía Unbreakable dirigida por M. Night Shyamalan que integra las historias de Mr. Glass (Samuel L. Jackson), David Dunn (Bruce Willis) y La Horda (James McAvoy).

Glass inicia con la aparición de David en su icónico impermeable entrando a una casa para darle un susto a unos sujetos que hacían bromas golpeando a la gente en la calle. Han pasado 19 años desde la última vez que lo vimos con detenimiento. Ya no trabaja en un Estadio universitario como lo hizo en la primera película, ahora tiene su propia tienda de artículos de seguridad junto a su hijo Joseph, quien también le ayuda a combatir el crimen siendo su guía por las calles de la ciudad de la Philadelphia, pero siempre siendo anónimo ante la ciudad: como es un vigilante, a la policía no le es de agrado.

Por otro lado nos volvemos a encontrar a La Horda, ahora con nuevas chicas secuestradas en un lugar distinto para ser el sacrificio hacia «La Bestia». Nada en particular ha cambiado con ellos, incluso más personalidades se han unido a ella. La única diferencia es que ahora David desde los sucesos acontecidos en la película de Split, le ha estado buscando y en este primer acto de la película llega a encontrarlo.

Dunn encuentra a las chicas después de sus caminatas habituales bajo la teoría que tenía Joseph sobre la localización de La Horda. Sin embargo no fue lo suficientemente rápido, La Bestia llegó al sitio y comprendió la primera pelea entre estos superhumanos. Pero terminó rápidamente, la policía llegó por ellos una vez que salieron del edificio, pudiendo neutralizar a La Bestia bajo luces hipnóticas y la aceptación de David de no salir ahí. A ambos los encierran en el Instituto de Psiquiatría de Raven Hill, aquél en el que hace 19 años encerraron a Elijah Price, Mr. Glass, al cuidado de la Doctora Staple (Sarah Paulson).

La película comienza bien y se desarrolla de la misma manera dando giros esperados (los cuales no se comentarán porque la película acaba de salir) que causan confusión, sin saber qué pensar al respecto sobre si fue la idea más acertada . Los giros argumentales empleados por Shyamalan siempre son sorpresivos; no obstante pueden ser tanto buenos como malos, y en este caso se inclina más a lo segundo, empleando una subtrama sacada prácticamente de la nada.

Asimismo, siendo la tercer y última película, si sirve como un desenlace a las demás, pero solo como ello, no como un filme distinto con un argumento estable, puesto que no plantea ningún desarrollo en los personajes que previamente no hubiéramos visto, solo una situación distinta ante una narrativa que en realidad nunca se sabe cuando se inició pero de pronto aparece y concluye, rápidamente a decir verdad.

Las técnicas de Shyamalan a lo largo de su universo se ven nuevamente en esta ocasión. Lamentablemente, sólo utilizó una vez el recurso de grabar sobre los reflejos de las cosas como lo hizo repetidas veces en Unbreakable. Pero persiste a grabar de una manera cenital, de vez en cuando, las veces que los personajes caminan de un lado a otro; y a grabar los puntos de vista de los personajes, técnica que en la primera parte usó de manera adecuada las veces adecuadas, en la secuela muy pocas veces y de maneras extrañas, aquí las sobresatura, pero las implementa de maneras interesantes en las secuencias de acción.

Siendo una película que te deja con un sentimiento agridulce, no es necesariamente irrecomendable. Las peleas de acción y las dinámicas entre los personajes principales, además de la actuación excelsa de McAvoy en sus múltiples personajes y el discurso que, desde siempre, constituye el personaje de Glass hacen del filme uno bastante entretenido sin más. Aunque, eso sí, la más floja de la trilogía.

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