American Factory (2019) — Inversión extranjera, choque cultural.

General Motors cierra una fábrica en la vasta zona manufacturera americana, así como en 1989, cuando cierra una serie de plantas en Flint, Michigan, que termina en una decadencia inmensa para el pueblo, retratada a través de la un-ortodoxa y radical lente de Michael Moore en «Roger & Me»; sin embargo, en un mundo globalizado como el de hoy, siempre aparecerá alguien más que esté dispuesto a comprar estos espacios abandonados por otras compañías; en este caso, Fuyao, una empresa de origen chino que se dedica a crear parabrisas para distintas compañías automotrices.

La inauguración de esta nueva planta comienza con gran expectativa, cientos de familias por fin tienen una nueva fuente de ingresos, y para que estos estén capacitados, la empresa trae a empleados experimentados desde sus fabricas en China.

Uno de los directores de la compañía le da la bienvenida a estos extranjeros. Entre los diversos temas que se tocan existe el de la gran libertad existente en el país norteamericano en relación al país asiático, la libertad de expresión es totalmente aceptada, pues incluso se permite «hacer chistes sobre el presidente» y no habrá ningún problema mientras sigan la ley. Las labores comienzan para revelar la inevitable verdad, Estados Unidos de América no es China. «Son demasiado lentos» opinan los chinos sobre los americanos, y su morfología, según comentan, hace que sean más torpes y que su trabajo sea más complicado. Con el paso de las semanas se vuelve obvio que la nueva planta no está siendo eficaz, pero ese no es el único problema, la falta de preparación y eficiencia es un riesgo para la integridad de sus productos y sus beneficios.

Como medida para incrementar la productividad, los directivos americanos son llevados a las plantas de Fuyao en China que, curiosamente, no difieren mucho del funcionamiento de la planta en EUA ; sin embargo, sus trabajadores sí son distintos, la disciplina con la que realizan su trabajo, la eficacia con la que lo hacen y su percepción sobre el trabajo hacen una diferencia abismal con la mentalidad de los estadounidenses.

Con el tiempo, otro problema se vuelve evidente, para los Chinos, las regulaciones y leyes, tanto de seguridad como de trabajo representan una amenaza para sus números, a su vez, las crecientes exigencias de sus empleados, quienes exigen un salario justo, un empleo estable y grandes medidas de seguridad presentaran otra amenaza para el modelo que ha funcionado en China, pero que por alguna razón no puede ser replicado en América.

American Factory es sumamente interesante, pues no solo se enfoca en la versión mundialmente conocida de la perspectiva y cultura americana, sino que también ofrece una amplia visión a la perspectiva de los chinos que forman esta compañía. La película se mantiene imparcial a los eventos que retrata, y permite ver una serie de situaciones que en ocasiones pueden llegar a rozar lo absurdo, quizás en Estados Unidos de América sea interpretada de una forma distinta, pero al no pertenecer a ninguna de las dos naciones de esta historia me resulta difícil congeniar con cualquiera de los dos facciones de sus dos facciones, pues ambas perspectivas parecen absolutamente razonables en ciertos aspectos.

La cinta invita a un análisis extenso de si esta cultura única que ofrece la globalización sea algo posible, pues como es retratado en la película es difícil incentivar a la inversión extranjera cuando las leyes y mentalidades de sus integrantes son tan polarizadas y tan cerradas. La perspectiva sobre una mano de obra que ha visto disminuido su precio, y la forma en que el mundo parece encaminarse al mundo imaginado por cintas como Metropolis son sin duda relevantes y necesarias de discusión en la actualidad, sin embargo, American Factory no se detiene ahí, porque la automatización del trabajo viene en camino a una gran velocidad.

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