Los comulgantes (Nattvardsgästerna, 1963) de Ingmar Bergman.

Siguiendo con las reseñas sobre la obra de Ingmar Bergman, hoy platicamos sobre la segunda instalación de la trilogía del Silencio, Los comulgantes, o como es su nombre original Nattvardsgästerna, secuela a Såsom i en spegel. Una película que retrata la pérdida en la fe del mismo Bergman, personificada en la travesía de un reverendo que se encuentra con una gran angustia hacia su predicamento. Un cuestionamiento infinito hacia la existencia de Dios, la muerte y el sufrimiento.

Comenzamos Nattvardsgästerna dentro de una iglesia en la que se está dando el Evangelio y después los Comulgantes van por el cuerpo y sangre de Cristo. Vemos desde esos primeros momentos como existe una cierta repulsión por parte del reverendo Thomas Ericsson hacia las personas que toman la comunión. La interpretación del reverendo es una sin gracia, un discurso que se repite sin sentimiento alguno. También podemos ver, hasta cierta parte de la película, como sufre con una tos seca, posible somatización de la crisis interna por la que está pasando.

Después de la misa, una pareja de esposos pasa a la sacristía, en esta, el marido Jonas sufre por una angustia, tiene miedo de una próxima guerra nuclear iniciada por los chinos, pues afirma, crecen a partir del odio y no tienen nada que perder. El reverendo promulga que hay que confiar en Dios, pero no parece seguro de sus palabras, también explica que a pesar de la vida, hay que vivir. Y la primera incógnita de Nattvardsgästerna se presenta: ¿Por qué hay que vivir?

Después de su encuentro con los Patterson, el reverendo Thomas sale para tomar un respiro, donde se encuentra con la maestra Martha, una mujer que vive enamorada de ella. Y le pregunta si ya leyó una carta escrita por ella. Thomas le da una negativa. Después de un par de diálogos sobre la vida, Martha presenta un punto importante sobre la falta de motivación de Thomas, el silencio de Dios no existe, porque no hay Dios que exista.

El reverendo, de nuevo en la sancristia, lee la carta que fue mencionada por la maestra. En esta le explaya su amor, pero también su odio, su falta de interés y negligencia, pero también destaca en él el origen de su fe, una que no parece real y en la cual no creía, pues a pesar de que ella vivía en una familia sin creencias, vivía una vida con armonía, y en la fe del pastor, no veía algo más que sombrío, neurótico, primitivo y cargado de emociones crueles.

Después de leída la carta y de dormir un poco debido al cansancio emocional por el que ha luchado en este tiempo, Jonas ha vuelto a hablar sobre su angustia. Pero pronto la plática se vuelve más sobre Thomas, quien describe sus inicios en la fe y en la vocación, actos que ahora le resultan asfixiante tras la muerte de su esposa hace ya algunos años. Expone que a inicios de su profesión era un niño inocente hasta que lo enviaron a Lisboa en plena Guerra Civil Española, ahí se negó a ver todo lo que ocurría, su Dios no habría dejado que eso ocurriera. Sus oraciones se volvieron egoístas, evocaciones de sí mismo. Si confrontara a Dios con la realidad que veía, solo se encontraría con una araña. Un monstruo. que ruega por un Dios que le haga más caso a él que a los otros, pues es la única de forma de verlo. Realiza en la inexistencia de Dios, y a través de ello se dice libre. Sin Él la razón del sufrimiento es igual de inexistente.

Si de verdad Dios no existe que más da: la muerte solo se convierte en extinción, el sufrimiento no requiere explicación. No hay creador ni Dios padre, ni finalidad. Dios le ha abandonado.

Después de una tragedia, vuelve a haber una conversación en la sacristía, uno de los fieles tiene una conversación con Thomas, y comienzan a hablar del Evangelio y del Getsemaní, razona ahí que verdadero sufrimiento de Cristo cruzificado fue el abandono de sus amigos, de estar solo cuando más necesitaba estar acompañado. Hablaba sobre la pregunta «Dios, ¿Por qué me has abandonado?» el verdadero sufrimiento era el silencio de Dios. Que en su lecho de muerte, Jesucristo también cuestionó el sentido de sus promulgaciones. Entendemos pues, el sufrimiento de Cristo como aquél mismo del reverendo, y no solo de él, sino que explica la angustia de muchas otras personas, inclusive de Ingmar Bergman, pues a través de su misma angustia nace esta explicación.

Nattvardsgästerna funge como un ensayo de fe y de corte muy personal, confirmado por el mismo director como una introspección hacia su espiritualidad. Con un tono más existencialista que Sasom i en spegel, también se presta más a la proyección de la subjetividad de cada espectador en el cuestionamiento filosófico que esta cinta presenta.

Como había explicado en la entrada anterior, esta trilogía no es una realmente cotidiana, pero las películas comparten el tema de la relación de Dios con uno mismo. En esta cinta, la relación de Dios es equivalente al amor que se deja atrás, pues resulta una asociación muy simple e ineficaz cuando se presenta la angustia por la muerte y la presencia de un verdadero horror como lo puede ser una guerra. También se contempla la inexistencia del mismo, pero al final, se encuentra un síntesis de la crisis existencial de Thomas, pues regresa a dar misa tras comprender el paralelismo del sufrimiento de Cristo con el suyo. Aunque claro, aun falta una película más como tesis de este planteamiento: El Silencio (Tystnaden).

Para finalizar, como siempre, hablaremos de cuestiones técnicas, en este caso el simbolismo que Bergman plantea dentro Nattvardsgästerna. Más allá del simbolismo ahora explicado por Dios como una Araña a partir de la angustia que su existencia causa, también existen elementos visuales, ocultos a simple vista, sobre la armonía generada entre el Getsemaní y la angustia de Ericsson, como lo es la aproximación tan cercana de la cruz con Cristo sacrificado y con el reverendo una vez que se sienta en su escritorio. Y la mirada de Jesús más que decepción hacia su Hermano, también representa simpatía y comprensión.

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