Chicuarotes (2019) – Una realidad mexicana.

Chicuarotes, la nueva película mexicana dirigida por el reconocido actor Gael García Bernal, muestra el lado más crudo y real de la sociedad mexicana, en específico de sus barrios pobres bajo el personaje principal del Cagalera, interpretado por Benny Emmanuel.

La película abre gloriosamente: vemos al Cagalera pintado de payaso entrar a un camión, en este ya se encuentra otro payaso. Enseguida hacen su acto, uno bien conocido si sueles viajar dentro de los camiones. Una vez terminado, nadie les quiere dar dinero. En su desesperación y malicia, Cagalera saca un arma y procede a asaltar a todos los pasajeros. La secuencia es realmente filmada en un camión, y fluye naturalmente, incluso con osadía. Desde ese momento quedas sorprendido por los dotes direccionales que posee García Bernal.

Desde ese instante ya se aprecia el tono del filme; comedia, drama, retrato de la realidad mexicana, sin embargo, no debes acostumbrarte al tono inicial más «light», poco a poco, la película tornará un giro mucho más oscuro guiado por las principales emociones y malas decisiones del protagonista.

La realización de la película está profundamente inspirada en obras norteamericanas, debido a la carrera y trayectoria que allá tiene el director, pero fuera de eso, es un contexto con el que únicamente los mexicanos y tal vez parte de latinoamericana pueden relacionarse.

Chicuarotes se concentra en el contexto como aquél que moldea la personalidad y los actos de uno, y al mismo tiempo, como cada quien en su propia individualidad ocasiona nuevas situaciones de las cuales tú decides si hacerte o no responsable. Vemos al menos cinco personajes distintos con maneras distintas de lidiar con los conflictos que les acontecen. Un ejemplo de esto sería el compañero de Cagalera: Moloteco, un joven con una moral más orientada, a pesar de no vivir en una mejor situaciones que el principal. Encarnan, totalmente, dos caras de la misma moneda.

La situación de la pobreza no es el único demostrado dentro la película, también se encuentran la violencia intrafamiliar, el machismo, la impunidad, el homicidio (tanto premeditado como aquél por la verdadera desdicha y desesperación), la pederastia, la homofobia y más, lo real, trágico y lamentablemente, de todos los días, dentro de la sociedad mexicana. La penúltima secuencia de la película es, sin duda, una experiencia bastante fuerte y perturbadora, pues vemos el horror de lo que es capaz tanto la desesperación como la mera maldad y cobardía humana a afrontar las consecuencias de los actos.

Yendo a datos más técnicos. El filme, en este caso, es verdaderamente bonito. Los planos resueltos por Bernal son dignos de apreciar, raros son los planos que se quedan quietos. Debido a que es una historia con mucho movimiento, la cámara hace lo mismo, pero no, no hay ningún plano secuencia tampoco. Entre los movimientos de cámara más usados por el director encontramos los desplazamientos hacia el frente originadores de suspenso, muy frecuentemente usados en películas de tal género o incluso de terror, pero que también sirven para contemplar mejor las escenas.

La banda sonora es sumamente buena y es la que pone en definitiva el ambiente al que nos enfrentaremos, da un sentimiento de oscuridad y de que peores cosas están por venir, y es así. La música logra poner una separación a las situaciones, anteponiendo sentimientos al inicio como la felicidad/comedia y la desesperación/tragedia, y ya hacia al final cuando solo todo es tragedia, la pieza musical opta por el uso del «theremin», un instrumento previamente hablado en la reseña de First Man, instrumento que hace que se vaya alejando el ambiente y se recuerde que esto es ficción y puedas descansar, aunque claro, si no prestas atención a este detalle irás con todo hacia el horror humano que produce la película.

La película estuvo en la selección de Cannes recientemente, y apenas ayer, en Guadalajara, fue estrenada en la Cineteca del Conjunto Santander de Artes Escénicas, el estreno general del filme se prevee para la siguiente semana. Es, sin duda, una experiencia que nadie se puede perder.

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