True Mothers (朝が来る, 2020) — Mujeres en comunión

La maternidad es un tema básico en toda vida humana, constante en todos los seres vivos, y en el arte que hemos producido desde el inicio de los tiempos, pero irónicamente, también es un suceso poco representado en el cine, con clásicos como «Una canta y la otra no» de Agnés Varda, donde el cuerpo, la maternidad y sus integrantes van de mano en mano acompañados de un grito por la necesidad del aborto a quien lo necesite, por otro lado, también hemos visto acercamientos más personales como Tully escrita por Diablo Cody (Quien ya había hablado sobre maternidad en otras historias como Juno), donde se pone en primer plano a la maternidad como un renacimiento en la vida de cualquier progenitor, o en ejemplos más recientes como en Enorme de Sophie Letourneur que se convierte en un panfleto sobre maternidad, violencia y responsabilidad que le ganó un puesto en el top de Cahiers du Cinéma en el 2020. True Mothers, o 朝が来る (Llega la mañana), es la candidata a mejor película internacional de Japón a los Oscar de este año, y además, se une a esta nueva tradición de mujeres que deciden hablar sobre sus experiencias con la maternidad, con las opciones que las mujeres deberían de tener, y que enfrentan cara a cara a un sistema que las rechaza y separa en su totalidad.

True Mothers cuenta la historia de la familia Kurihara, una familia que hace no mucho decidieron acercarse a una pequeña asociación conocida como Baby Baton para adoptar a un hijo, después de que los Kurihara descubrieran que Kiyokazu (Arata Iura) era infértil. Este evento llevo a Satoko (Hiromi Nagasaku) a enfrentarse cara a cara con la posibilidad de vivir en un matrimonio que no produzca hijxs; para el esposo la idea es inconcebible, e incluso propone el divorcio, pero Satoko, quien no quiere dejar ir a su esposo comienza a familiarizarse con la idea, sin embargo, en un viaje de placer, los Kurihara terminan encontrando un reportaje sobre Baby Baton, quienes acogen a mujeres que no pueden criar a sus hijos, y apoyan a padres que buscan adoptar.

El proceso es sencillo y sin complicaciones, siempre y cuando cumplan con ciertos requisitos, después de aceptarlo, solo queda a esperar hasta que la madre de a luz, eventualmente, llega el momento de recibir al niño, un pequeño a quien los Kurihara llamaron Asato, en este mismo lugar, los Kurihara conocen a la madre biológica del pequeño, una joven de apenas 15 años llamada Hikari Katakura (Aju Makita).

Hikari creció bajo el seno de una familia estricta, que la rechazaba y decidía enteramente por ella, sin embargo, no vivía una vida completamente infeliz, un día un compañero de secundaria le propuso volverse su pareja, y en el frenesí del primer amor, los jóvenes terminan teniendo relaciones, para eventualmente encontrar que Hikari estaba embarazada. Para la señora Katakura, esto fue lo peor que pudo haber pasado, especialmente debido a que no se puede hacer nada ya, pues Hikari lleva embarazada más tiempo del que la ley permite el aborto, en su horror, la señora Katakura termina decidiendo, en contra de la opinión de su hija, que Hikari dará al bebe en adopción, que dejará la escuela, fingirá que sufre una enfermedad grave, y no le dirá a nadie lo que sucedió.

Hikari es, entonces, enviada a Hiroshima, donde se quedara en las instalaciones de Baby Baton hasta el momento en que de a luz, sin embargo, y para su sorpresa, este lugar le abre la oportunidad a descubrir algo que nunca tuvo en su hogar, bajo las instalaciones, sostenidas gracias a la señora Asami, encuentra una comunidad por y para mujeres, donde mujeres como ella, victimas de violencia sexual y trabajadoras sexuales encuentran refugio y calor en sus compañeras, en un espacio que, a diferencia de los pueblos y hogares más ortodoxos, no les rechaza y les acepta con brazos abiertos.

En el presente, Asato ya casi ingresa a la escuela primaria y súbitamente, la familia Kurihara comienza a recibir amenazas de una persona que se hace pasar por Hikari y que llevará a las madres protagonistas a embarcarse en el recuerdo de vivir en una sociedad hermética, que rechaza y obstaculiza la vida de muchas mujeres, así como un Tokyo vestido de nuevos colores, de abusos, rechazo, barreras estructurales, familias que rechazan y odian y finalmente, mujeres que se tienen que apoyar entre sí dentro de una sociedad que espera mucho de ellas, pero les ofrece muy poco.

True Mothers llega en un momento muy apropiado, donde existe una necesidad inminente para hablar sobre ciertos temas que aquejan constantemente a las mujeres, y a todos los miembros de las sociedades, especialmente en el área de Eurasia, donde en los países desarrollados este tipo de proyectos cinematográficos son escasos o de baja calidad. True Mothers llena un vacío, y pone a la mesa una conversación que lleva desarrollándose en el entorno político japonés desde hace años, pero que elabora de una forma completamente personal las mismas experiencias que quien está detrás de la cámara.

A su vez, no deja de lado un cierto toque expositivo para dar a conocer todas las opciones que existen en su nación de origen para el embarazo, y que desde una perspectiva latinoamericana, dejan muy mal paradas, como siempre, a las naciones a las que pertenecemos.

Naomi Kawase, nos presenta una experiencia fílmica con muchos matices que crítica en muchas ocasiones al horror que se esconde entre las calles y familias, y como este afecta desproporcionadamente a las mujeres, a su vez, que juguetea con una perspectiva particularmente japonesa sobre la vida y la muerte, tan cerca y tan lejos, que toman diferentes valores en la vida de las mujeres.

A pesar de muchas de sus compañeras de género, Kawase nos presenta un relato mucho menos expositivo que prefiere enfocarse en las personas que viven y se desarrollan dentro de un entorno tan politizado como el de la maternidad, las situaciones en que viven, y principalmente, la relevancia del apoyo entre mujeres para cumplir nuevos objetivos sociales, que no solo tienen efectos en los ámbitos familiares, sino también hasta en su intersección con el crimen organizado, la precariedad laboral, los bajos niveles educativos y el bienestar mental.

Finalmente, la cinta nos presenta a interpretes poco conocidos, en actuaciones más naturalistas que las producciones de mayor presupuesto, donde se acompaña a su vez, de la posibilidad de utilizar estas para mezclar y experimentar con géneros como el documental y el falso documental, y continuar recordándonos de que esta es una película sobre gente que podría estar viviéndolo.

Sin duda, True Mothers es otro buen exponente de las nuevas miradas que las mujeres productoras y directoras le han comenzado a dar al cine japones actual, con miradas más sociales que suelen tener su intersección con la clase social y las discapacidades como recientemente hizo Hikari en 37 Segundos de Netflix. Sin duda, una muy buena película para ver que continua exhibiéndose en este link hasta el 10 de marzo, que pone cuestiones sobre la maternidad bajo una mirada critica y llena de sensibilidad.

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